domingo, 16 de noviembre de 2014

Textos históricos del Feudalismo:


Fórmula de encomendación:

“Al Magnifico señor XX, yo, X, Considerando como es sabido de todos, que no poseo de qué alimentarme o vestirme, he recurrido a vuestra benevolencia, y vuestra voluntad me  ha concedido la posibilidad de poder entregarme y recomendarme a vuestra protección y sostén. Hago esto: vos deberéis ayudarme y mantenerme tanto con víveres como con vestidos en la medida en que yo pueda serviros y merecerlos de vos. Y en

tanto viva deberé serviros y respetaros como puede hacerlo un hombre libre”.

Formulario de Tours, siglos VII-VIII.

 

Ejemplo de juramento vasallático en época carolingia, año 757:

• El rey Pipino celebró asamblea en Compiègne con los Francos. Y hasta allí se llegó Tasilón, duque de Baviera, quien se encomendó en vasallaje mediante las manos. Prestó múltiples e innumerables juramentos, colocando sus manos sobre las reliquias de los santos. Y prometió fidelidad al rey Pipino y a sus hijos, los señores Carlos y Carlomán, tal como debe hacerlo un vasallo, con espíritu leal y devoción firme, como debe ser un vasallo para con sus señores.

(Annales Regni Francorum, en Monumenta Germaniae Historica, ed. Kurze, 1895, 14).

 

El contrato de vasallaje:

• El conde preguntó al futuro vasallo si quería convertirse en su hombre sin reservas, y aquel respondió: “Lo quiero”; después, juntando las

manos que el conde cubrió con las suyas, se aliaron con un ósculo. En segundo lugar, aquel que había hecho el homenaje prometió fidelidad al

delegado del conde en esto términos: “Prometo por mi fidelidad ser fiel al conde Guillermo y guardar contra todos y enteramente mi homenaje, de buena fe y sin engaños”. En tercer lugar, juró esto sobre las reliquias de los santos. Seguidamente, con la vara que tenía en la mano, el conde dio las investiduras a todos aquellos que, por este pacto, le habían prometido homenaje y al mismo tiempo prestado juramento.

Galberto de Brujas, siglo XII.

 

Formas de romper el contrato de vasallaje:

Si alguien quiere abandonar a su señor, que sea autorizado a hacerlo si puede aportar la prueba de los siguientes crímenes: en primer lugar, si el señor ha querido reducirle injustamente a la servidumbre; en segundo lugar, si ha alimentado un propósito contra su vida; en tercer lugar, si ha cometido adulterio con la mujer de su vasallo; en cuarto lugar, si ha avanzado hacia él con la espada levantada para matarle voluntariamente, en quinto lugar, si pudiendo asegurar la defensa

de su vasallo después de que este se encomendó en sus manos, no lo hubiera hecho. Por cualquiera de estos crímenes que un señor haya

perpetrado contra su vasallo, este tiene permiso  para abandonarle”.

Capitular del reino de los francos, siglo IX (801-813).

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